domingo, 27 de noviembre de 2016

Entangled in Metal

Hoy me levanté pensando en este flaco César González y en sus lecturas que atraviesan su vida cotidiana, como habrán leído.

Me voy a acostar pensando en qué tan falto de convicciones estoy yo. O en cuán ahíto de convicciones estoy.
Y viene a la cabeza lo que hice todo el día, que fue descargar discos y escuchar los que iban llegando, mientras pasaban las horas y seguía lloviendo y menos ganas de salir tenía.
Todo el día escuchando metal, leyendo reseñas de discos de metal, ordenando metadatos de discos de metal.
Resuenan preguntas con voz de tía abuela que no tengo: «¿Por qué te gusta el metal, Fernandito? ¿Querés morirte solo?»
Un poco sí, tía. Pero no es sólo eso. Me voy a ir a acostar sonriente porque me parece que el metal "me atraviesa" como leer a Foucault "atraviesa" a este César González.

Porque… el metal tiene ese no sé qué...
Mejor dicho, tiene ese "sí sé qué", como dice en deathmetal.org por algún lado al reseñar un libro sobre la relación entre el satanismo y la música:

«The interviews in this book are often like metal itself, half amateurish lazy drop-out and half insightful dissident looking for a way outside of the tenets of modern society.»

«… como el metal mismo, medio escapismo perezoso, medio profunda búsqueda realmente disidente para encontrar una salida a las normas/costumbres/dogmas de la sociedad moderna.»

Lo que me gusta del metal, aparte de las disonancias y los chiflidos de las guitarras, de los ritmos de los dobles bombos imposibles de seguir con mis fofos pies, de las melodías imposibles de silbar, de los gruñidos, de los sonidos que van a sonar cuando llegue El Fin, aparte de todo eso, lo que "me gusta" del metal es que no entiendo ni un octavo de las letras (y cuando las entiendo casi siempre me dan vergüenza) ni me interesa mucho vestirme con una remera con la tapa de un disco o usar muñequeras o cadenitas o chupines, pero sé que esta música habla de mí precisamente por esto que dice esta frase tan cortita y tan contudente.

Es escapismo porque sí mezclado con auténtica rebeldía lo que tiene el metal.

Y ahí sí que estoy yo. Ahí sí. Ahí mismo, precisamente en esa estoy yo enganchado, entremezclado, enmarañado, (entangled in chaos), tironeado por igual por la pereza y la furia de querer salir y "hacer saltar el mundo por los aires".

De verdad quisiera tener el poder de destruir toda la cultura en el sentido de "el modo total de vida", de verdad verdadera, porque estoy convencido de que esto que nos damos no es la verdadera vida. Por esto no salgo mucho, por esto me anestesio con series en lugar de con Foucault, porque hay algo que vi y no sé más qué hacer para no formar parte.

Es más que el deseo de no tener jefe ni horario, es más que anticapitalismo, es más que anarquismo, será nihilismo —nihilismo que pretende ser vitalista, ojo—, pero mezclado con impotencia ante esta infinita mar de caca en la que estamos nadando todos juntos y de la que no podemos salir por más que soñemos y recontra soñemos con que hay otra cosa. O con que al menos debería haber otra cosa. En algún lado tiene que estar. Pero no está. No está en ningún lado. No soy libre, Jean-Paul, no mientas. ¿Quién es libre? ¿Quién vive como debería vivirse, quién practica verdaderamente el buen vivir? ¿Humanos?, no te creo.

El metal es un intento de dar una respuesta, o al menos de tapar con ruidos y escalofríos de dopamina, a la sensación de que está todo mal. Sensación que nunca —nunca-nunca, nunca jamás de los jamases— se fue ni se va ni se irá.

Por eso no me gusta Nightwish ni Iron Maiden ni Metallica. Porque no sé de qué la van, pero no tienen nada que ver con lo que cuernos sea el metal.

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